Dra. Cecilia M Serrano
Médica. Especialista en Neurología.
Doctora en Psicología con Orientación en Neurociencia cognitiva aplicada.
Investigadora Independiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Consejo de Investigación en Salud. Ministerio de Salud de CABA
Coordinadora de Neurociencias cognitivas del Laboratorio de Memoria y equilibrio, Buenos Aires. CABA
A cargo del Área Neurología Cognitiva y Neuropsicología del Hospital Dr. Cesar Milstein.
Vocal del Comité Central de Ética en Investigación, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Miembro del Comité Científico de ALMA (Asociación de Lucha contra el mal de Alzheimer y trastornos relacionados).
Miembro de la Sociedad Neurológica Argentina.
“Visiting Scholarship” in Cognitive Neurology and Alzheimer’s Disease Center, Northwestern University, Chicago Illinois. 2003- 2004. Jefe Dr. M Marcel Mesulam.

Varios países del mundo están sufriendo una grave carga en sus sistemas de salud como consecuencia de la pandemia COVID-19 relacionada al nuevo coronavirus SARS-CoV-2 1.

Los recursos e iniciativas se están redirigiendo con urgencia para enfrentar la pandemia, que está impactando en forma desproporcionada en países con economías débiles y poblaciones vulnerables, incluidas las personas con deterioro cognitivo y demencia. Los países de América Latina y el Caribe padecen un desarrollo económico inestable, sistemas de atención médica frágiles, disparidades económicas masivas y una alta prevalencia de demencia. El impacto selectivo del coronavirus en la patología cognitiva en la región es preocupante, genera tensiones en los sistemas de salud especializados y aumenta las desigualdades entre los pacientes 2.

Desde el inicio de la pandemia, a nivel mundial, las unidades de neurología han cambiado sus actividades; la mayoría de los neurólogos se han dedicado a colaborar con el manejo de pacientes con COVID-19, relegando, en muchos casos, el seguimiento de las patologías crónicas relacionadas con la especialidad 3.

En este contexto, es importante considerar la difícil situación de los adultos mayores y aquellos con enfermedades previas, como las demencias, que han permanecido confinados en sus hogares experimentando una situación de mayor vulnerabilidad. Los informes diarios de noticias, desde el inicio de la pandemia, en especial en las primeras fases de la cuarentena en CABA han descripto situaciones caóticas y riesgosas, pudiendo haber atemorizado a la población, demorando así, el acceso de los pacientes a los sistemas de salud, en detrimento del control de sus enfermedades de base y de la prevención de nuevas condiciones relacionadas.3

La demencia, especialmente en las etapas más avanzadas, representa un importante factor de riesgo en pacientes COVID-19 con una mortalidad mayor en relación a pacientes COVID 19 sin demencia (62.2% vs 26.2%) 4. Por otro lado, la presentación clínica de los pacientes con demencia con COVID-19 puede ser atípica (los pacientes pueden debutar con cambios conductuales o empeoramiento del estadio evolutivo con escasa sintomatología febril) lo que reduce el reconocimiento temprano y la hospitalización, empeorando el pronóstico en esta población.

La pandemia llegó a Argentina el 3 de marzo con la identificación del primer paciente, 64 días después del reporte del primer caso en China. Desde entonces, el gobierno argentino tomó varias medidas para mitigar el impacto y el 20 de marzo, instaló la cuarentena preventiva y obligatoria, con sus diferentes fases, en especial, en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde viven 15 millones de personas y se registra un alto nivel de contagios 5. El Ministerio de Salud, en un primer momento, determinó que las consultas externas en hospitales y otras instituciones de salud se cancelaran, restringiendo la atención sólo a emergencias, medida que progresivamente fue logrando una reapertura gradual, redirigiendo las consultas a sistemas de atención presenciales con protocolos más estrictos en ciertos lugares hacia la instalación de la moderna telemedicina 6.

Esto ha resultado en una transición del sistema de atención de salud, novedoso y dependiente de la tecnología, que no está exento de dificultades para algunos de nuestros pacientes de edad avanzada, muchos de los cuales se encuentran solos en sus hogares sin el adecuado acceso al sistema. En este contexto, realizamos un estudio mediante una encuesta desde el Hospital Cesar Milstein en colaboración con A.L.M.A., y encontramos que durante los primeros meses de instalada la cuarentena los pacientes con deterioro cognitivo, demencia y sus familiares o cuidadores, experimentaron una significativa prevalencia de síntomas neuropsiquiátricos durante la cuarentena. Más del 90 % de los pacientes manifestó alteraciones neuropsiquiátricas. El 63% de los cuidadores presentaron signos de sobrecarga al estar bajo el cuidado de su familiar y cerca de la mitad sobrecarga severa. Sin embargo, a pesar de la alta prevalencia de problemas de conducta, sólo el 50% de los encuestados, pudo realizar al menos una consulta médica durante este periodo 6.

La mayoría de los estudios de la literatura han mostrado impacto psicológico negativo relacionado a la cuarentena y algunos sugieren que estos daños podrían ser extensos, sustanciales e incluso duraderos en relación a la extensión del aislamiento7. Sin embargo, las primeras investigaciones en COVID, aislamiento y población general se han basado en estudios poblacionales y no en estudios con pacientes con demencia.

Paola Barbarino, directora ejecutiva de ADI (Alzheimer´s Disease International) afirmó que cuando los países se apresuraron en establecer la cuarentena en la población, olvidaron las necesidades de las personas más vulnerables, exacerbando sentimientos de ansiedad y soledad en los pacientes 8.

Lo cierto es que, los médicos especialistas, estamos notando que los pacientes y sus cuidadores no han podido realizar un correcto seguimiento o control de su patología.

En nuestro estudio, pudimos observar que aquellos cuidadores mayores de 60 años que pudieron realizar algún tipo de consulta médica, utilizaron preferentemente llamados telefónicos y correo electrónico. Sólo el 9% pudo usar el sistema de videoconsulta para comunicarse con el médico; esta pequeña proporción correspondió a los cuidadores menores de 60 años. Los pacientes que consultaron, tenían diagnóstico de demencia, en diferentes estadios(CDR≥1), en general de tipo Alzheimer, con predominancia de síntomas psiquiátricos (emergentes durante la cuarentena), tales como: alucinaciones, depresión, ansiedad, irritabilidad, alteraciones del sueño, con puntajes de escalas conductuales como NPI, más elevados que aquellas personas que no consultaron. Por otro lado, hubo pacientes que realizaron directamente una consulta a una emergencia médica (guardia). Ellos tenían puntajes más altos de NPI (mayor carga de síntomas neuropsiquiátricos) y más síntomas disruptivos como tendencia a realizar actividades motoras repetitivas sin propósito (caminar durante todo el día o por la noche) y alucinaciones.

En conclusión, en Argentina estamos atravesando diferentes etapas de la pandemia por COVID-19 y hemos notado una gran cantidad de efectos secundarios relacionados a la pandemia y a la cuarentena prolongada. Resulta necesario, que la población mayor con patología cognitiva y demencia, de alto riesgo para COVID 19, continúe su tratamiento y pueda acceder a algún tipo de consulta, más allá de la clásica modalidad presencial.

La alta prevalencia de alteraciones en la salud mental de nuestros adultos mayores, debería ser un tema prioritario en la agenda sanitaria de la región 6.

Debemos considerar que la mitad de los pacientes encuestados y sus cuidadores confinados en cuarentena, no realizaron consulta alguna, aun teniendo una elevada prevalencia de síntomas neuropsiquiátricos. La brecha digital y la escasez de recursos tecnológicos en los hogares, podrían ser elementos de exclusión social en esta población a la hora de acceder a modalidades de consultas más complejas durante este contexto crítico. Por otra parte, los servicios de neurología9, deberían replantear su funcionamiento, para asegurar que las personas con trastornos neurológicos puedan recibir la atención necesaria, brindando protocolos de seguridad acordes y ofreciendo diferentes modalidades de consulta médica.

El manejo de la salud pública implica decisiones inmediatas y cambios profundos relacionados con estas nuevas situaciones, pero no se debe descuidar el manejo general de todos los pacientes, como así subestimar el impacto en la esfera emocional que provoca la pandemia y la cuarentena, en esta población de pacientes y su entorno.